(Fragmento)
- Trasplantes de corazón, médula, riñón, córnea, hígado, ojo, mano, rostro…; la clonación de animales y de humanos…; el aumento de la esperanza de vida y otros logros científicos indiscutibles; cadáveres congelados en espera de ser revividos algún día por la ciencia y la técnica…; pero el pecado original de Adán y Eva nos había seguido condenando a muerte… hasta hoy.
Así había redactado lo que sería su alocución televisiva, anunciando al mundo la hazaña.
- La pequeña Ana, de apenas 5 años, nos dio la idea, con su ingenua pregunta: “¿Y por qué no trasplantar la mente a un nuevo cuerpo?”
Fue durante un programa en vivo, ante millones de televidentes.
Primero provocó risa, con su ocurrencia.
Sin embargo, los creativos (y luego los políticos, los medios, casi de inmediato) retomaron su pregunta favorita (¿Y por qué no?) y pronto, en los más prestigiosos centros investigativos del mundo, se inició una carrera contra reloj, una verdadera lucha competitiva por ser los primeros en conseguir, lo que ya era considerado el avance más importante de la Historia, de lograrse.
- Nosotros seremos los primeros hoy en trasplantar le mente. No hay dudas.
(Continuará)
Ver:
Fragmento 1
Fragmento 2
Fragmento 3
Algunos cuentos, poemas, ensayos, sinopsis de novelas y otras obras del autor del blog.
viernes, 4 de noviembre de 2011
domingo, 4 de septiembre de 2011
El secreto de la mente (III)
(Fragmento)
- ¡Estamos siendo atacados por los extraterrestres!
Cundía el pánico, reinaba el caos, el Sol desaparecía al mediodía y la más absoluta oscuridad imperaba repentinamente, estando el planeta a punto de estallar, con lo cual la humanidad desaparecería para siempre…
- Esa película ya le he visto muchas veces. Mejor juguemos a otra cosa.
- Está bien. Yo soy la doctora y tú mi paciente. Te voy a trasplantar la mente…
- Siempre quieres jugar a lo mismo, Ana. Estás obsesionada con los extraterrestres y los trasplantes.
- Es que yo lo vi. ¿Por qué nadie me cree?
- A mamá no le gustó lo que dijiste en la tele.
O la fantasía de su hermanita era excesiva, o confundía sus sueños con la realidad. ¿O acaso se volvería loca? ¿O ya lo estaba?
- No son así como los ponen en las películas. ¡Son iguales a nosotros, créeme!
- ¡Basta! ¡No sigas con eso!
- Se llevaron a la abuelita. ¡Yo los vi!
- ¡No insistas! Nuestra tatarabuela está muerta.
- ¡Mentira! – Gritó casi llorando - Ella me dijo que regresaría, que nos veríamos otra vez.
- ¡Claro! En el cielo. Cuando tú te mueras también.
- ¡No es cierto! Ella está viva y no me dijo mentiras. Yo tampoco me voy a morir. No me creas si no quieres.
(Continuará)
Ver:
Fragmento 1
Fragmento 2
Fragmento 4
- ¡Estamos siendo atacados por los extraterrestres!
Cundía el pánico, reinaba el caos, el Sol desaparecía al mediodía y la más absoluta oscuridad imperaba repentinamente, estando el planeta a punto de estallar, con lo cual la humanidad desaparecería para siempre…
- Esa película ya le he visto muchas veces. Mejor juguemos a otra cosa.
- Está bien. Yo soy la doctora y tú mi paciente. Te voy a trasplantar la mente…
- Siempre quieres jugar a lo mismo, Ana. Estás obsesionada con los extraterrestres y los trasplantes.
- Es que yo lo vi. ¿Por qué nadie me cree?
- A mamá no le gustó lo que dijiste en la tele.
O la fantasía de su hermanita era excesiva, o confundía sus sueños con la realidad. ¿O acaso se volvería loca? ¿O ya lo estaba?
- No son así como los ponen en las películas. ¡Son iguales a nosotros, créeme!
- ¡Basta! ¡No sigas con eso!
- Se llevaron a la abuelita. ¡Yo los vi!
- ¡No insistas! Nuestra tatarabuela está muerta.
- ¡Mentira! – Gritó casi llorando - Ella me dijo que regresaría, que nos veríamos otra vez.
- ¡Claro! En el cielo. Cuando tú te mueras también.
- ¡No es cierto! Ella está viva y no me dijo mentiras. Yo tampoco me voy a morir. No me creas si no quieres.
(Continuará)
Ver:
Fragmento 1
Fragmento 2
Fragmento 4
lunes, 25 de julio de 2011
Pinguero (3)
(Fragmento de novela)
- Venga a ver, profe. ¡Apúrese!
El huesudo negro estaba mirando por una rendija de la puerta.
Al acercarse el aludido, agregó:
- Mire. Para que vea que ellos también descuartizan vacas. Si no ve bien por ahí, póngase aquí.
Le cedió su improvisado observatorio al profe.
- Tienen una res en el patio y cada uno ha ido cogiendo su pedazo, para llevárselo a su casa. Pero los delincuentes somos nosotros y no ellos.
- Sacrificio ilegal de ganado - comentó un joven rubio guajiro, subnormal, quien estaba allí, más por su muy bajo cociente de inteligencia, que por haber cometido de veras algún delito, al no saber contestar, lo que las autoridades le preguntaron. A falta de a quien acusar, cargaron con él. ¡Asunto resuelto!
- ¡Porque tanta culpa tiene el que mata la vaca, como el que aguanta la pata! - añadió otro, de los once hacinados en aquel angosto calabozo, previsto únicamente para cuatro detenidos y donde siete tenían que dormir en el suelo, algunos sentados, por no caber todos horizontalmente.
Mientras, por el pequeñísimo orificio, el profe trataba de ver algo de lo que sucedía en el patio del sectorial municipal de la policía de Florida, luego de un pasillo y un muro, en el cual también quedaban espacios, por donde divisar algo del ir y venir de los polis, añadiendo:
-¿Y qué ustedes creían? ¿Qué los policías son unos santos? ¿Qué la vida real para ellos es como en “Día y Noche” (refiriéndose al gustado policiaco nocturno dominical de la tele)? ¿Cómo van a comer, a mantener a sus familias, si no es violando también la ley? El salario no alcanza para nadie. Seguir vivo es la mejor prueba de haber cometido algún delito en este país, donde casi todo lo normal en el resto, acá es una transgresión.
- Pues no debiera ser así – dijo el rubio.
“Fronterizo, sí. Bobo, no”. Pensó el psicólogo.
Era el verano de 1996 y la crisis económica, rebautizada por el régimen como “Período Especial”, estaba en sus peores momentos. Muchos cubanos morían por desnutrición, que ya era casi igual a decir inanición o hambruna, acompañada de raras enfermedades, como las neuritis. Habían destituido a un Viceministro de Salud, por decir lo que era un verdadero secreto a voces, con proporciones de pandemia.
- Ojalá que usted, como ha estudiado tanto y es profesor de la universidad, cuando salga de aquí, pueda denunciar esto, hacer algo.
- ¿Y tú piensas que el Gobierno no sabe que todo esto es así? ¿O acaso alguno de ustedes aún se cree el cuento gastado de que Fidel no sabe lo que pasa? Él mismo se ha encargado de decir por la TV, varias veces, que sí se entera de cuanto anda mal y las cosas, en vez de mejorar, empeoran.
Aquellos desdichados, de peligrosos no tenían nada, sino la mala suerte de haber nacido en Cuba y procurar “inventar” para subsistir.
Contrario de lo supuesto en tales circunstancias, lo trataban con sumo respeto y entre todos se llevaban muy bien, sin ofensas, ni pleitos, como si estuvieran en una beca, lo que hacinados, en condiciones nada higiénicas, con más hambre de la normal, con un calor sofocante…
Las “literas” eran de concreto incrustado en la pared. Las de arriba casi pegadas al techo, con el espacio justo para entrar horizontalmente, sin poderse sentar, so pena de golpearse la testa con el techo, el cual estaba hirviendo durante el día y sólo muy avanzada la noche, refrescaba.
El profe era muy alérgico y los cinco días que estuvo allí, bastaron para que toda su piel se llenara de punticos rojos, necesitando luego toda una semana de recuperación y para lograr conseguir en qué trasladarse hacia el occidente, donde vivía y trabajaba.
Cada uno le había contado su vida, las razones por las cuales allí estaban.
También lo que sabían sobre los polis y los demás detenidos, en los otros dos calabozos igualmente abarrotados, con diecisiete hombres, donde la capacidad era para ocho. La cuarta celda era para las féminas.
Así supo, que había un enfermo hacía varios días, sin recibir atención médica alguna, ni ser aislado del resto, para evitar un posible contagio.
Igualmente, que en el calabozo del medio había un homosexual, a quien le apodaban “Sopita”, por cuanto al echarle saliva en el culo, para penetrarlo los demás, se producía un sonido similar al de los sorbos, mientras se toma la sopa. Se sospechaba que el tal Sopita tenía SIDA, por tanto, el resto se podría estar contagiando.
(Muchos años después, fue cuando supo, que en otros países, a los gays se les encierra aparte, para evitar sean abusados. O sea, en el “infierno capitalista” muchas cosas se hacían mejor que en aquel “paraíso socialista” donde vivían).
________
Ya daba igual ser catedrático, que médico, ingeniero, científico o artista. Las detenciones eran masivas, la represión había dejado de ser más psicológica, para destaparse abiertamente.
Por doquier estaban los “boinas rojas” de las tropas especiales, con un camión, cargando personas, hubiesen o no hecho algo indebido.
El asunto era intimidar más al pueblo, luego del “Maleconazo”, en plena crisis de los balseros, para evitar un levantamiento popular en masa por toda la Isla.
Radio “Bemba”, o sea, los rumores callejeros, no dejaban de traer nuevas noticias de personas inocentes detenidas, desaparecidas, muertas, incomunicadas, manifestaciones diversas de protestas populares espontáneas, en las guaguas, trenes, poblados, barrios, edificios…
En las calles, paradas de ómnibus, centros de trabajo… por doquier, los comentarios eran los mismos: “¿Te enteraste?”
Pero la dictadura no se desplomaba, ni el pueblo por fin se sublevaba.
El profe había ido, como cada año, de vacaciones a su natal Camagüey, pues sus padres vivían en la ciudad de Florida.
El transporte por ómnibus interprovinciales ya era casi nulo y el ferroviario estaba reducido al mínimo. Por tanto, no tenía otro modo de hacer el viaje, que en rastras o camiones de carga.
De regreso a La Habana, a escasas horas de arribar al esperado destino, en la madrugada del día lunes, 13 de agosto (para mayor casualidad, cumpleaños setenta de Fidel Castro), en el tramo de la autopista cercano a la ciudad de Jagüey Grande, en la provincia de Matanzas, unos policías se dedicaban a parar a cuanto vehículo pasase por allí.
El profe viajaba de gratis, sentado delante, en la cabina, pues un primo hermano suyo era uno de los dos choferes.
Estaba medio adormecido y confiado en que nada malo les pasaría, imaginando y soñando felizmente con lo poco que le quedaba, luego de tantos años de esmerado trabajo docente, metodológico e investigativo, para obtener par de títulos de Doctor en Ciencias (sería el primero y quizás por mucho tiempo único en tener dos), cuando les pidieron a todos que se bajaran.
En la cama del camión habían detectado un maletín con varias libras de carne de res.
Como ninguno de los dieciocho ocupantes dijo ser el propietario, los uniformados decidieron detenerlos a todos y encerrarlos en el sectorial municipal de la policía de Jagüey. Los llamaban uno a uno para preguntarles algo.
Aunque lo establecido era que los dejaran allí, esa misma mañana, custodiados, los retornaron a todos a la camagüeyana ciudad de Florida.
Según supo después, estos súper inteligentes habían concluido, que los delincuentes eran su primo y él. O sea, el primo transportaba ilegalmente carne de res, desde las agramontinas llanuras a la capital, para que él, residente en Centro Habana, la revendiera.
El profe les había preguntado a todos, tratando de saber de quién era el maletín de sus desgracias, pero al parecer ninguno de aquellos hombres lo sabía. Y así era. Sólo al quinto día se supo, porque una de las dos únicas mujeres del grupo confesó ser la propietaria del cuerpo del delito. Ellas eran las menos sospechosas y a la vez las únicas que sí sabían de quién era el maletín y cómo había llegado a la cama trasera de la rastra.
Como la partida de Florida tardó horas, en lo que iban arribando quienes viajarían aquella inolvidable noche, cada cual iba colocando en la oscuridad, su equipaje.
Pero el paquete del futuro problema no lo habían subido ellas, sino unos hombres que las acompañaron hasta la calle frente a la casa del primo del profe, donde estaba parqueada la rastra.
Así fue como ninguno de los hombres se percató de quién había colocado allí el maletín de marras. Algunos ni siquiera estaban presentes. Era lógico que nadie supiera, ni los choferes, quién era el dueño de lo que les causó luego tantos dolores de cabeza.
Después de esto, cada vez más personas le contaban lo sucedido a familiares o conocidos suyos, igualmente víctimas de abusos, atropellos, represiones.
Lo acostumbrado era incomunicar a los detenidos. No informar a sus parientes, amigos o vecinos. A veces esto se prolongaba meses y los allegados, angustiados, al dar por desaparecido a su ser querido. ¿Derecho a hacer una llamada, como en las películas o a recibir visitas? ¿Inocente hasta tanto se demuestre lo contrario? ¡Pamplinas!
Pero en Florida todo se sabe. Alguien se va de lenguas. O alguno de los empleados de la “justicia” se compadece ante tanta arbitrariedad y abuso. O entre ellos hay algún vecino, pariente, amigo. Para colmo de males, Pedro su condiscípulo de la primaria y de la vocacional (la mejor del terruño), quien era allí uno de los jefes, estaba también de vacaciones. Por tanto, el “sociolismo” salvavidas no funcionaría. Aunque alcanzó a decirle a un señor, el cual trabajaba en la recepción, quiénes eran sus padres (muy conocidos allí por todos, al haber trabajado ella en tiendas y él administrando en la gastronomía , luego de que el Gobierno los despojara de todas sus propiedades) y dónde vivían, o sea, frente al cuerpo de guardia del hospital principal, con un negocito muy concurrido, por vender refrescos, café y aún entonces, gran variedad de ofertas para merendar y comer (las cuales luego casi se extinguen, ante el cúmulo de nuevas prohibiciones fidelistas).
El caso es que los familiares se fueron enterando y gestionando para obtener su liberación.
Mas fue un jefazo quien ordenó ponerlos en libertad, al día siguiente, luego de visitarlos el jueves en la tarde, con el doble argumento de que necesitaban tener aquello lo más vacío posible, para volverlo a repletar el fin de semana y su supuesto disgusto porque sus subalternos tenían allí a tanta gente, sin levantarles cargos, sin tomarles declaración, sin iniciar proceso alguno, sin evidencias concretas de algún delito cometido por cada cual.
En el caso de nuestro personaje central, por lo visto, era muy normal para estos sujetos en ambos imperios de la mediocridad, que un catedrático con varias especialidades, maestrías y dos tesis de doctorado terminadas, listas para defender (pues cuando lo interrogaron tuvo que narrarles a qué se dedicaba), se ocupara de revender carne en La Habana. Muy sabia deducción. Tal vez si el psicólogo, ahora reo, la llevara a alguno de los eventos científicos, a los cuales solía acudir, hubiese sido premiado, con tal aporte inobjetable al conocimiento humano.
De facto, a este señor a quien aquí le llamamos simplemente el “profe” (como le dirían luego sus compañeros de calabozo, no acostumbrados a compartir sus desgracias con gente floridana tan ilustrada), se le quitaron las ganas de defender sus tesis, de seguir siendo profesor o investigador y se reforzó en él, el ya grande deseo de escapar, de aquella inmensa cárcel, con rejas de mar, en que se había transformado su Patria.
Sin embargo, todavía estaba bastante lejos de lograrlo. Peor aún, en la larga y dantesca odisea hacia su plena realización, le aguardaban insospechadas visitas al “purgatorio”.
(continuará)
Ver
Fragmento 1
Fragmento 2
Nota: Basada en hechos reales. Los fragmentos de esta novela han sido tomados directamente del manuscrito original. No necesariamente coinciden en orden con él y pueden diferir un poco de la edición impresa. La novela Pinguero es la primera de una trilogía. Le siguen MA CONCEPCION y MATIAS.
- Venga a ver, profe. ¡Apúrese!
El huesudo negro estaba mirando por una rendija de la puerta.
Al acercarse el aludido, agregó:
- Mire. Para que vea que ellos también descuartizan vacas. Si no ve bien por ahí, póngase aquí.
Le cedió su improvisado observatorio al profe.
- Tienen una res en el patio y cada uno ha ido cogiendo su pedazo, para llevárselo a su casa. Pero los delincuentes somos nosotros y no ellos.
- Sacrificio ilegal de ganado - comentó un joven rubio guajiro, subnormal, quien estaba allí, más por su muy bajo cociente de inteligencia, que por haber cometido de veras algún delito, al no saber contestar, lo que las autoridades le preguntaron. A falta de a quien acusar, cargaron con él. ¡Asunto resuelto!
- ¡Porque tanta culpa tiene el que mata la vaca, como el que aguanta la pata! - añadió otro, de los once hacinados en aquel angosto calabozo, previsto únicamente para cuatro detenidos y donde siete tenían que dormir en el suelo, algunos sentados, por no caber todos horizontalmente.
Mientras, por el pequeñísimo orificio, el profe trataba de ver algo de lo que sucedía en el patio del sectorial municipal de la policía de Florida, luego de un pasillo y un muro, en el cual también quedaban espacios, por donde divisar algo del ir y venir de los polis, añadiendo:
-¿Y qué ustedes creían? ¿Qué los policías son unos santos? ¿Qué la vida real para ellos es como en “Día y Noche” (refiriéndose al gustado policiaco nocturno dominical de la tele)? ¿Cómo van a comer, a mantener a sus familias, si no es violando también la ley? El salario no alcanza para nadie. Seguir vivo es la mejor prueba de haber cometido algún delito en este país, donde casi todo lo normal en el resto, acá es una transgresión.
- Pues no debiera ser así – dijo el rubio.
“Fronterizo, sí. Bobo, no”. Pensó el psicólogo.
Era el verano de 1996 y la crisis económica, rebautizada por el régimen como “Período Especial”, estaba en sus peores momentos. Muchos cubanos morían por desnutrición, que ya era casi igual a decir inanición o hambruna, acompañada de raras enfermedades, como las neuritis. Habían destituido a un Viceministro de Salud, por decir lo que era un verdadero secreto a voces, con proporciones de pandemia.
- Ojalá que usted, como ha estudiado tanto y es profesor de la universidad, cuando salga de aquí, pueda denunciar esto, hacer algo.
- ¿Y tú piensas que el Gobierno no sabe que todo esto es así? ¿O acaso alguno de ustedes aún se cree el cuento gastado de que Fidel no sabe lo que pasa? Él mismo se ha encargado de decir por la TV, varias veces, que sí se entera de cuanto anda mal y las cosas, en vez de mejorar, empeoran.
Aquellos desdichados, de peligrosos no tenían nada, sino la mala suerte de haber nacido en Cuba y procurar “inventar” para subsistir.
Contrario de lo supuesto en tales circunstancias, lo trataban con sumo respeto y entre todos se llevaban muy bien, sin ofensas, ni pleitos, como si estuvieran en una beca, lo que hacinados, en condiciones nada higiénicas, con más hambre de la normal, con un calor sofocante…
Las “literas” eran de concreto incrustado en la pared. Las de arriba casi pegadas al techo, con el espacio justo para entrar horizontalmente, sin poderse sentar, so pena de golpearse la testa con el techo, el cual estaba hirviendo durante el día y sólo muy avanzada la noche, refrescaba.
El profe era muy alérgico y los cinco días que estuvo allí, bastaron para que toda su piel se llenara de punticos rojos, necesitando luego toda una semana de recuperación y para lograr conseguir en qué trasladarse hacia el occidente, donde vivía y trabajaba.
Cada uno le había contado su vida, las razones por las cuales allí estaban.
También lo que sabían sobre los polis y los demás detenidos, en los otros dos calabozos igualmente abarrotados, con diecisiete hombres, donde la capacidad era para ocho. La cuarta celda era para las féminas.
Así supo, que había un enfermo hacía varios días, sin recibir atención médica alguna, ni ser aislado del resto, para evitar un posible contagio.
Igualmente, que en el calabozo del medio había un homosexual, a quien le apodaban “Sopita”, por cuanto al echarle saliva en el culo, para penetrarlo los demás, se producía un sonido similar al de los sorbos, mientras se toma la sopa. Se sospechaba que el tal Sopita tenía SIDA, por tanto, el resto se podría estar contagiando.
(Muchos años después, fue cuando supo, que en otros países, a los gays se les encierra aparte, para evitar sean abusados. O sea, en el “infierno capitalista” muchas cosas se hacían mejor que en aquel “paraíso socialista” donde vivían).
________
Ya daba igual ser catedrático, que médico, ingeniero, científico o artista. Las detenciones eran masivas, la represión había dejado de ser más psicológica, para destaparse abiertamente.
Por doquier estaban los “boinas rojas” de las tropas especiales, con un camión, cargando personas, hubiesen o no hecho algo indebido.
El asunto era intimidar más al pueblo, luego del “Maleconazo”, en plena crisis de los balseros, para evitar un levantamiento popular en masa por toda la Isla.
Radio “Bemba”, o sea, los rumores callejeros, no dejaban de traer nuevas noticias de personas inocentes detenidas, desaparecidas, muertas, incomunicadas, manifestaciones diversas de protestas populares espontáneas, en las guaguas, trenes, poblados, barrios, edificios…
En las calles, paradas de ómnibus, centros de trabajo… por doquier, los comentarios eran los mismos: “¿Te enteraste?”
Pero la dictadura no se desplomaba, ni el pueblo por fin se sublevaba.
El profe había ido, como cada año, de vacaciones a su natal Camagüey, pues sus padres vivían en la ciudad de Florida.
El transporte por ómnibus interprovinciales ya era casi nulo y el ferroviario estaba reducido al mínimo. Por tanto, no tenía otro modo de hacer el viaje, que en rastras o camiones de carga.
De regreso a La Habana, a escasas horas de arribar al esperado destino, en la madrugada del día lunes, 13 de agosto (para mayor casualidad, cumpleaños setenta de Fidel Castro), en el tramo de la autopista cercano a la ciudad de Jagüey Grande, en la provincia de Matanzas, unos policías se dedicaban a parar a cuanto vehículo pasase por allí.
El profe viajaba de gratis, sentado delante, en la cabina, pues un primo hermano suyo era uno de los dos choferes.
Estaba medio adormecido y confiado en que nada malo les pasaría, imaginando y soñando felizmente con lo poco que le quedaba, luego de tantos años de esmerado trabajo docente, metodológico e investigativo, para obtener par de títulos de Doctor en Ciencias (sería el primero y quizás por mucho tiempo único en tener dos), cuando les pidieron a todos que se bajaran.
En la cama del camión habían detectado un maletín con varias libras de carne de res.
Como ninguno de los dieciocho ocupantes dijo ser el propietario, los uniformados decidieron detenerlos a todos y encerrarlos en el sectorial municipal de la policía de Jagüey. Los llamaban uno a uno para preguntarles algo.
Aunque lo establecido era que los dejaran allí, esa misma mañana, custodiados, los retornaron a todos a la camagüeyana ciudad de Florida.
Según supo después, estos súper inteligentes habían concluido, que los delincuentes eran su primo y él. O sea, el primo transportaba ilegalmente carne de res, desde las agramontinas llanuras a la capital, para que él, residente en Centro Habana, la revendiera.
El profe les había preguntado a todos, tratando de saber de quién era el maletín de sus desgracias, pero al parecer ninguno de aquellos hombres lo sabía. Y así era. Sólo al quinto día se supo, porque una de las dos únicas mujeres del grupo confesó ser la propietaria del cuerpo del delito. Ellas eran las menos sospechosas y a la vez las únicas que sí sabían de quién era el maletín y cómo había llegado a la cama trasera de la rastra.
Como la partida de Florida tardó horas, en lo que iban arribando quienes viajarían aquella inolvidable noche, cada cual iba colocando en la oscuridad, su equipaje.
Pero el paquete del futuro problema no lo habían subido ellas, sino unos hombres que las acompañaron hasta la calle frente a la casa del primo del profe, donde estaba parqueada la rastra.
Así fue como ninguno de los hombres se percató de quién había colocado allí el maletín de marras. Algunos ni siquiera estaban presentes. Era lógico que nadie supiera, ni los choferes, quién era el dueño de lo que les causó luego tantos dolores de cabeza.
Después de esto, cada vez más personas le contaban lo sucedido a familiares o conocidos suyos, igualmente víctimas de abusos, atropellos, represiones.
Lo acostumbrado era incomunicar a los detenidos. No informar a sus parientes, amigos o vecinos. A veces esto se prolongaba meses y los allegados, angustiados, al dar por desaparecido a su ser querido. ¿Derecho a hacer una llamada, como en las películas o a recibir visitas? ¿Inocente hasta tanto se demuestre lo contrario? ¡Pamplinas!
Pero en Florida todo se sabe. Alguien se va de lenguas. O alguno de los empleados de la “justicia” se compadece ante tanta arbitrariedad y abuso. O entre ellos hay algún vecino, pariente, amigo. Para colmo de males, Pedro su condiscípulo de la primaria y de la vocacional (la mejor del terruño), quien era allí uno de los jefes, estaba también de vacaciones. Por tanto, el “sociolismo” salvavidas no funcionaría. Aunque alcanzó a decirle a un señor, el cual trabajaba en la recepción, quiénes eran sus padres (muy conocidos allí por todos, al haber trabajado ella en tiendas y él administrando en la gastronomía , luego de que el Gobierno los despojara de todas sus propiedades) y dónde vivían, o sea, frente al cuerpo de guardia del hospital principal, con un negocito muy concurrido, por vender refrescos, café y aún entonces, gran variedad de ofertas para merendar y comer (las cuales luego casi se extinguen, ante el cúmulo de nuevas prohibiciones fidelistas).
El caso es que los familiares se fueron enterando y gestionando para obtener su liberación.
Mas fue un jefazo quien ordenó ponerlos en libertad, al día siguiente, luego de visitarlos el jueves en la tarde, con el doble argumento de que necesitaban tener aquello lo más vacío posible, para volverlo a repletar el fin de semana y su supuesto disgusto porque sus subalternos tenían allí a tanta gente, sin levantarles cargos, sin tomarles declaración, sin iniciar proceso alguno, sin evidencias concretas de algún delito cometido por cada cual.
En el caso de nuestro personaje central, por lo visto, era muy normal para estos sujetos en ambos imperios de la mediocridad, que un catedrático con varias especialidades, maestrías y dos tesis de doctorado terminadas, listas para defender (pues cuando lo interrogaron tuvo que narrarles a qué se dedicaba), se ocupara de revender carne en La Habana. Muy sabia deducción. Tal vez si el psicólogo, ahora reo, la llevara a alguno de los eventos científicos, a los cuales solía acudir, hubiese sido premiado, con tal aporte inobjetable al conocimiento humano.
De facto, a este señor a quien aquí le llamamos simplemente el “profe” (como le dirían luego sus compañeros de calabozo, no acostumbrados a compartir sus desgracias con gente floridana tan ilustrada), se le quitaron las ganas de defender sus tesis, de seguir siendo profesor o investigador y se reforzó en él, el ya grande deseo de escapar, de aquella inmensa cárcel, con rejas de mar, en que se había transformado su Patria.
Sin embargo, todavía estaba bastante lejos de lograrlo. Peor aún, en la larga y dantesca odisea hacia su plena realización, le aguardaban insospechadas visitas al “purgatorio”.
(continuará)
Ver
Fragmento 1
Fragmento 2
Nota: Basada en hechos reales. Los fragmentos de esta novela han sido tomados directamente del manuscrito original. No necesariamente coinciden en orden con él y pueden diferir un poco de la edición impresa. La novela Pinguero es la primera de una trilogía. Le siguen MA CONCEPCION y MATIAS.
jueves, 14 de julio de 2011
MATIAS (3)
(Fragmento de novela)
Matías no lo pensó dos veces y, con tal de evitar problemas, echó a correr lo más rápido posible, por todo el frente del edificio, hacia la esquina, con la intención de arribar, cuanto antes, a su auto, el cual estaba aún más lejos, estacionado al final de la cuadra, por el costado.
Pero el agresor lo siguió y lo alcanzó. Pese a ser unos 15 años mayor, la costumbre de realizar diariamente ejercicios físicos, en trabajos duros, le hacía confiar en su mayor fortaleza para enfrentar a su víctima, más aún con el palo largo que había agarrado, con el ciego deseo de magullarlo sin piedad.
Como el viejo acortaba distancia y era obvio que Matías no podría huir en su coche, buscó desesperadamente algo, con lo cual defenderse de su perseguidor, evitando que aquel fornido hombre lo golpeara, pues con lo furioso y empecinado que estaba, no dudaba del grave peligro, en el cual se hallaba. Hasta temió por su vida o quedar con secuelas, de la tunda que parecía inminente.
Por muy pacífico que Matías siempre había sido y acostumbrado a estar entre catedráticos, estudiantes, intelectuales, personas selectas, que no habrían nunca intentado causarle daño físico alguno, el cambio de país, de medio, el verse obligado a trabajar, en lugares donde se halla todo tipo de gente, significaba un riesgo que cada cubano inmigrante tenía que correr.
En cuestión de minutos, la cosa se había complicado.
Se percataba de que, por vez primera, vivía en carne propia, lo que representa padecer la violencia, la cual hasta ese momento, sólo había visto por televisión o en filmes.
No había ni tiempo para pensar, ni posibilidad de escapar, ni de que aquel sujeto lo dejara en paz; ni de que nadie le defendiera o protegiera e interviniera, como es típico en esta otra nación, al revés de en nuestros países latinos.
Alcanzó a ver un objeto en el suelo, cerca de la pared. Parecía también un palo, pero era una pala. Algún techero la había dejado allí en el parqueo, pues desde hacía algunos días, estaban haciendo reparaciones en el warehouse.
La agarró desesperadamente y, casi sin fuerzas por lo agotado, asustado y temeroso ante tanto peligro imprevisto, intentó usarla para mantener alejado al agresor, moviendo horizontalmente el, en ese instante para él, pesadísimo instrumento.
Pero en cuanto realizó el primer movimiento de la pala hacia la izquierda, el otro, que ya estaba casi encima de él, aprovechó para golpearlo con el palo fuertemente, en el antebrazo derecho.
Matías sintió el dolor y logró mover la pala hacia su diestra, consiguiendo así mantener alejado, por unos segundos, a su pertinaz victimario.
Mas, al volver a menearla hacia la izquierda, el otro aprovechó para repetir el golpe.
Fue entonces cuando Matías, más ágil de pensamiento, que de movimiento, creyó mejor desplazar la pala verticalmente, para impedir con éxito, que su agresor se le encimara, so pena de recibir un golpe.
Sin embargo, una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero.
El viejo, alentado por el par de contundentes golpes asestados a su rival, supuso que acercándosele más, descargaría uno de mayor efectividad, en la cabeza y efectivamente, así hizo y lo logró.
No obstante, le costó caro, pues como sucedió tan rápido, con el cambio de horizontal a perpendicular de Matías y su osadía de acercársele lo más posible, lo llevó a que la pala le cayera sobre la testa, ocasionándole de inmediato una muy sangrante herida. La parte metálica y cortante del artefacto, se encargó de ello.
El más sorprendido fue el propio Matías, pues por su mente nunca pasó aporrearlo y menos aún herirlo, ni lo había intentado, al contrario del otro, que no conforme con los hematomas y el rojo líquido, que ya emanaba del antebrazo derecho de Matías, le sacó más sangre con el golpe en la cabeza.
El instrumento, devenido arma defensiva, (si bien trastocada luego, por obra y gracia de nada menos que la autoridad, en presuntamente ofensiva y mortal arma, para perjuicio de la inequívoca víctima, al ser usada como manipulada evidencia en su contra, como se verá), se quebró en dos pedazos y Matías perdió el equilibrio, ya sin fuerzas, cayendo al suelo, cosa que aprovechó su agresor, para seguirlo apaleando e hiriendo en la cabeza.
Repentinamente, llegó un policía negro, quien sólo hablaba inglés y, como en las telenovelas, sin indagar, ni pensarlo dos veces, esposó a Matías, al ver el rostro ensangrentado de su oponente...
(continuará)
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Fragmento 1
Fragmento 2
Nota: Basada en hechos reales. Los fragmentos de esta novela, han sido tomados directamente del manuscrito original. No necesariamente coinciden en orden con él y pueden diferir un poco de la edición impresa. La novela MATIAS es la última de una trilogía. Le anteceden Pinguero y MA CONCEPCION.
Matías no lo pensó dos veces y, con tal de evitar problemas, echó a correr lo más rápido posible, por todo el frente del edificio, hacia la esquina, con la intención de arribar, cuanto antes, a su auto, el cual estaba aún más lejos, estacionado al final de la cuadra, por el costado.
Pero el agresor lo siguió y lo alcanzó. Pese a ser unos 15 años mayor, la costumbre de realizar diariamente ejercicios físicos, en trabajos duros, le hacía confiar en su mayor fortaleza para enfrentar a su víctima, más aún con el palo largo que había agarrado, con el ciego deseo de magullarlo sin piedad.
Como el viejo acortaba distancia y era obvio que Matías no podría huir en su coche, buscó desesperadamente algo, con lo cual defenderse de su perseguidor, evitando que aquel fornido hombre lo golpeara, pues con lo furioso y empecinado que estaba, no dudaba del grave peligro, en el cual se hallaba. Hasta temió por su vida o quedar con secuelas, de la tunda que parecía inminente.
Por muy pacífico que Matías siempre había sido y acostumbrado a estar entre catedráticos, estudiantes, intelectuales, personas selectas, que no habrían nunca intentado causarle daño físico alguno, el cambio de país, de medio, el verse obligado a trabajar, en lugares donde se halla todo tipo de gente, significaba un riesgo que cada cubano inmigrante tenía que correr.
En cuestión de minutos, la cosa se había complicado.
Se percataba de que, por vez primera, vivía en carne propia, lo que representa padecer la violencia, la cual hasta ese momento, sólo había visto por televisión o en filmes.
No había ni tiempo para pensar, ni posibilidad de escapar, ni de que aquel sujeto lo dejara en paz; ni de que nadie le defendiera o protegiera e interviniera, como es típico en esta otra nación, al revés de en nuestros países latinos.
Alcanzó a ver un objeto en el suelo, cerca de la pared. Parecía también un palo, pero era una pala. Algún techero la había dejado allí en el parqueo, pues desde hacía algunos días, estaban haciendo reparaciones en el warehouse.
La agarró desesperadamente y, casi sin fuerzas por lo agotado, asustado y temeroso ante tanto peligro imprevisto, intentó usarla para mantener alejado al agresor, moviendo horizontalmente el, en ese instante para él, pesadísimo instrumento.
Pero en cuanto realizó el primer movimiento de la pala hacia la izquierda, el otro, que ya estaba casi encima de él, aprovechó para golpearlo con el palo fuertemente, en el antebrazo derecho.
Matías sintió el dolor y logró mover la pala hacia su diestra, consiguiendo así mantener alejado, por unos segundos, a su pertinaz victimario.
Mas, al volver a menearla hacia la izquierda, el otro aprovechó para repetir el golpe.
Fue entonces cuando Matías, más ágil de pensamiento, que de movimiento, creyó mejor desplazar la pala verticalmente, para impedir con éxito, que su agresor se le encimara, so pena de recibir un golpe.
Sin embargo, una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero.
El viejo, alentado por el par de contundentes golpes asestados a su rival, supuso que acercándosele más, descargaría uno de mayor efectividad, en la cabeza y efectivamente, así hizo y lo logró.
No obstante, le costó caro, pues como sucedió tan rápido, con el cambio de horizontal a perpendicular de Matías y su osadía de acercársele lo más posible, lo llevó a que la pala le cayera sobre la testa, ocasionándole de inmediato una muy sangrante herida. La parte metálica y cortante del artefacto, se encargó de ello.
El más sorprendido fue el propio Matías, pues por su mente nunca pasó aporrearlo y menos aún herirlo, ni lo había intentado, al contrario del otro, que no conforme con los hematomas y el rojo líquido, que ya emanaba del antebrazo derecho de Matías, le sacó más sangre con el golpe en la cabeza.
El instrumento, devenido arma defensiva, (si bien trastocada luego, por obra y gracia de nada menos que la autoridad, en presuntamente ofensiva y mortal arma, para perjuicio de la inequívoca víctima, al ser usada como manipulada evidencia en su contra, como se verá), se quebró en dos pedazos y Matías perdió el equilibrio, ya sin fuerzas, cayendo al suelo, cosa que aprovechó su agresor, para seguirlo apaleando e hiriendo en la cabeza.
Repentinamente, llegó un policía negro, quien sólo hablaba inglés y, como en las telenovelas, sin indagar, ni pensarlo dos veces, esposó a Matías, al ver el rostro ensangrentado de su oponente...
(continuará)
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Fragmento 1
Fragmento 2
Nota: Basada en hechos reales. Los fragmentos de esta novela, han sido tomados directamente del manuscrito original. No necesariamente coinciden en orden con él y pueden diferir un poco de la edición impresa. La novela MATIAS es la última de una trilogía. Le anteceden Pinguero y MA CONCEPCION.
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lunes, 4 de julio de 2011
El secreto de la mente (II)
(Fragmento)
Tom estaba muy confiado de vencer. “Lo vas a conseguir”, se repetía a sí mismo constantemente.
Pero no era el único con la certeza de triunfar en aquella, la más secreta operación jamás concebida. Al menos eso creían firmemente, sin apenas sospechar quiénes ya sabían, hasta el más mínimo detalle de cuanto se pretendía hacer allí, precisamente mediante Tom.
Todos los pormenores se habían previsto con sumo cuidado, como para que nada fallase. Tanto por un bando como por el otro. Sin embargo, solamente uno de los dos tendría éxito, lo cual a la vez podría ser para sus rivales, desde un gran fracaso, hasta el peor (o el último, incluso).
- Bien, ya estamos todos. Comencemos. Hoy lograremos el primer trasplante de mente en la Tierra.
El júbilo general era enorme, al menos en apariencia, por la misma causa.
Sólo Tom estaba también inmensamente feliz, aunque por saberse encargado de impedir de un modo más súper oculto aún, que el resto de sus acompañantes lograran su propósito.
- Quienes nos precedieron, se centraron siempre en el cuerpo. No se les había ocurrido que la clave estaba en la mente. Hoy es el fin de la prehistoria y el inicio de una Nueva Era.
Así de tan significativo veían ellos lo que estaba a punto de suceder.
Pero Tom sabía que su misión era la de hacerlos fracasar o de lo contrario… No quería ni preocuparse por ello: “Lo vas a conseguir. No pienses siquiera en otra cosa”, continuaba reiterándose, para no ceder en su empeño. Era demasiado lo que estaría en juego, en apenas unos instantes.
Los demás no debían notarlo presionado, angustiado o con algún temor. Era menester evitar hasta la mínima sospecha del relevante papel a él asignado en esa ocasión.
Se convertiría en el mayor de los héroes o en el peor de los traidores. En dependencia de a quién beneficiaba o perjudicaba lo que estaba a punto de acontecer.
Por un momento sintió que flaqueaba. Sus piernas parecían no sostenerle ya. Se concentró, relajó y recurrió a cuanta técnica conocía y había practicado en el entrenamiento élite recibido al efecto. En aquel instante, de él dependía la supervivencia universal, por ende, no se podía dar el lujo de echarlo todo a perder.
(Continuará)
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Fragmento # 1
Fragmento 3
Fragmento 4
Tom estaba muy confiado de vencer. “Lo vas a conseguir”, se repetía a sí mismo constantemente.
Pero no era el único con la certeza de triunfar en aquella, la más secreta operación jamás concebida. Al menos eso creían firmemente, sin apenas sospechar quiénes ya sabían, hasta el más mínimo detalle de cuanto se pretendía hacer allí, precisamente mediante Tom.
Todos los pormenores se habían previsto con sumo cuidado, como para que nada fallase. Tanto por un bando como por el otro. Sin embargo, solamente uno de los dos tendría éxito, lo cual a la vez podría ser para sus rivales, desde un gran fracaso, hasta el peor (o el último, incluso).
- Bien, ya estamos todos. Comencemos. Hoy lograremos el primer trasplante de mente en la Tierra.
El júbilo general era enorme, al menos en apariencia, por la misma causa.
Sólo Tom estaba también inmensamente feliz, aunque por saberse encargado de impedir de un modo más súper oculto aún, que el resto de sus acompañantes lograran su propósito.
- Quienes nos precedieron, se centraron siempre en el cuerpo. No se les había ocurrido que la clave estaba en la mente. Hoy es el fin de la prehistoria y el inicio de una Nueva Era.
Así de tan significativo veían ellos lo que estaba a punto de suceder.
Pero Tom sabía que su misión era la de hacerlos fracasar o de lo contrario… No quería ni preocuparse por ello: “Lo vas a conseguir. No pienses siquiera en otra cosa”, continuaba reiterándose, para no ceder en su empeño. Era demasiado lo que estaría en juego, en apenas unos instantes.
Los demás no debían notarlo presionado, angustiado o con algún temor. Era menester evitar hasta la mínima sospecha del relevante papel a él asignado en esa ocasión.
Se convertiría en el mayor de los héroes o en el peor de los traidores. En dependencia de a quién beneficiaba o perjudicaba lo que estaba a punto de acontecer.
Por un momento sintió que flaqueaba. Sus piernas parecían no sostenerle ya. Se concentró, relajó y recurrió a cuanta técnica conocía y había practicado en el entrenamiento élite recibido al efecto. En aquel instante, de él dependía la supervivencia universal, por ende, no se podía dar el lujo de echarlo todo a perder.
(Continuará)
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Fragmento # 1
Fragmento 3
Fragmento 4
miércoles, 29 de junio de 2011
MA CONCEPCION (3)
(Fragmento de novela)
- Desde que te vi entrar, me dije:
“Es él. Tal y como me lo recetó el médico”.
Se sonrió y añadió:
- Le pedí tanto a Dios hallar al amor de mi vida, a un buen hombre y por fin mi sueño se ha hecho realidad.
------
El Aula Magna de la Universidad de La Habana estaba repleta.
La inauguración del Simposio, prevista para dos jornadas previas, por fin se produjo, pero el día y hora en que estaba prevista su clausura, según lo originalmente programado.
Tal parecía que el evento sería cancelado.
No pocos visitantes de otros países, debieron marcharse sin lograr participar, al no poder posponer su vuelo, por tener que retornar a sus empleos.
Y es que en esa isla cualquier cosa puede suceder.
El Presidente (o dictador, según se refieran a él sus partidarios o detractores) sin ton ni son, de modo completamente imprevisto, declaró feriado el día en que debió ser la apertura.
El argumento: “para que el pueblo pudiese ver por la TV, la importante sesión parlamentaria”.
Pero en la siguiente jornada hizo lo mismo.
Por tanto, lo lógico era pensar que aquella reunión de psicólogos, de tan corta duración y preparada con tanto sacrificio para los anfitriones, estaría condenada al fracaso.
Mas el Comité Organizador hizo ajustes y lo que debió durar tres días con seis sesiones, se redujo a la mitad: día y medio con tres sesiones.
---------
El calor era tan sofocante, que llegó sudando. Todos ya estaban sentados, aguardando las palabras del Rector y él fue el último en acomodarse en la fila del fondo.
Ella no le perdió ni pies ni pisadas y se dijo: “No está mal. Este cubanito pudiera ser el prefecto. Es guapo además. Se ve bien”.
Y con su histerismo habitual, hizo lo debido para que sus acompañantes, no dudaran de su interés por el recién incorporado.
El resto no le fue en nada difícil: fingir pobreza, enamoramiento, desdicha y todo un mar de trucos y embustes para, primero inspirar lástima y, luego, atrapar a su presa.
----
“Me ha salido todo mucho mejor de lo calculado. Se tragó por completo lo de que soy pobre y todo el paseo con ellos me ha salido gratis, las comidas, los “mojaditos” o mojitos (no acabo de aprenderme bien el nombre de ese coctel.
“Indudablemente, de todos los que he conocido aquí, este es el más noblón y el más afín con mi imagen de señora culta y acomodada. No lo puedo dejar escapar”.
- Sí. Pregúntale a ella si no se lo comenté en el hotel, que tú eres tal y como me lo recetó el médico”.
Y ambos se rieron.
Aunque ella, observándolo, meditaba: “Veremos cuánto te dura esa dicha, una vez que ya estés en Acapulco conmigo”.
(continuará)
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Fragmento 1
Fragmento 2
Nota: Basada en hechos reales. Los fragmentos de esta novela, han sido tomados directamente del manuscrito original. No necesariamente coinciden en orden con él y pueden diferir un poco de la edición impresa. La novela MA CONCEPCION es la segunda de una trilogía. Le antecede Pinguero y le sigue MATIAS.
- Desde que te vi entrar, me dije:
“Es él. Tal y como me lo recetó el médico”.
Se sonrió y añadió:
- Le pedí tanto a Dios hallar al amor de mi vida, a un buen hombre y por fin mi sueño se ha hecho realidad.
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El Aula Magna de la Universidad de La Habana estaba repleta.
La inauguración del Simposio, prevista para dos jornadas previas, por fin se produjo, pero el día y hora en que estaba prevista su clausura, según lo originalmente programado.
Tal parecía que el evento sería cancelado.
No pocos visitantes de otros países, debieron marcharse sin lograr participar, al no poder posponer su vuelo, por tener que retornar a sus empleos.
Y es que en esa isla cualquier cosa puede suceder.
El Presidente (o dictador, según se refieran a él sus partidarios o detractores) sin ton ni son, de modo completamente imprevisto, declaró feriado el día en que debió ser la apertura.
El argumento: “para que el pueblo pudiese ver por la TV, la importante sesión parlamentaria”.
Pero en la siguiente jornada hizo lo mismo.
Por tanto, lo lógico era pensar que aquella reunión de psicólogos, de tan corta duración y preparada con tanto sacrificio para los anfitriones, estaría condenada al fracaso.
Mas el Comité Organizador hizo ajustes y lo que debió durar tres días con seis sesiones, se redujo a la mitad: día y medio con tres sesiones.
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El calor era tan sofocante, que llegó sudando. Todos ya estaban sentados, aguardando las palabras del Rector y él fue el último en acomodarse en la fila del fondo.
Ella no le perdió ni pies ni pisadas y se dijo: “No está mal. Este cubanito pudiera ser el prefecto. Es guapo además. Se ve bien”.
Y con su histerismo habitual, hizo lo debido para que sus acompañantes, no dudaran de su interés por el recién incorporado.
El resto no le fue en nada difícil: fingir pobreza, enamoramiento, desdicha y todo un mar de trucos y embustes para, primero inspirar lástima y, luego, atrapar a su presa.
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“Me ha salido todo mucho mejor de lo calculado. Se tragó por completo lo de que soy pobre y todo el paseo con ellos me ha salido gratis, las comidas, los “mojaditos” o mojitos (no acabo de aprenderme bien el nombre de ese coctel.
“Indudablemente, de todos los que he conocido aquí, este es el más noblón y el más afín con mi imagen de señora culta y acomodada. No lo puedo dejar escapar”.
- Sí. Pregúntale a ella si no se lo comenté en el hotel, que tú eres tal y como me lo recetó el médico”.
Y ambos se rieron.
Aunque ella, observándolo, meditaba: “Veremos cuánto te dura esa dicha, una vez que ya estés en Acapulco conmigo”.
(continuará)
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Fragmento 1
Fragmento 2
Nota: Basada en hechos reales. Los fragmentos de esta novela, han sido tomados directamente del manuscrito original. No necesariamente coinciden en orden con él y pueden diferir un poco de la edición impresa. La novela MA CONCEPCION es la segunda de una trilogía. Le antecede Pinguero y le sigue MATIAS.
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sábado, 4 de junio de 2011
El secreto de la mente (I)
(Fragmento)
- Nunca antes el mundo había estado tan en peligro.
- Creo que exageras…
- No. La situación es de veras grave, difícil, compleja… En el mejor de los casos, pudiera ser el inicio del fin… Todo terminará…
- Aún hay chance de impedirlo.
- ¡Ojalá estemos a tiempo!
En los rostros de ambos, la preocupación imperante era evidentísima.
Aunque la existencia sigue transcurriendo normalmente en casi todas partes, el desastre parecía inevitable y muy pocos lo sabían o intuían. Ni siquiera la gran mayoría de las máximas autoridades, las cuales quedarían sorprendidas o correrían la misma “suerte” de todo lo demás.
Lo que unos festejarían como el suceso más trascendental de la Historia - de lograrse -, para otros significaría obviamente el fin del Universo.
¡Tantos avances se habían alcanzado en siglos y milenios, como para perderlo todo, repentinamente, en especial, lo más preciado: la vida!
“Pudiera no quedar nadie, ni nada”. Así de grave es el asunto, meditaba con tristeza Alex, mientras regresaba a su platillo, luego de haber analizado con Tom los detalles de la última esperanza de salvación universal.
(Continuará)
Nota: Cada 2 meses, automáticamente, se publicará un nuevo fragmento.
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- Nunca antes el mundo había estado tan en peligro.
- Creo que exageras…
- No. La situación es de veras grave, difícil, compleja… En el mejor de los casos, pudiera ser el inicio del fin… Todo terminará…
- Aún hay chance de impedirlo.
- ¡Ojalá estemos a tiempo!
En los rostros de ambos, la preocupación imperante era evidentísima.
Aunque la existencia sigue transcurriendo normalmente en casi todas partes, el desastre parecía inevitable y muy pocos lo sabían o intuían. Ni siquiera la gran mayoría de las máximas autoridades, las cuales quedarían sorprendidas o correrían la misma “suerte” de todo lo demás.
Lo que unos festejarían como el suceso más trascendental de la Historia - de lograrse -, para otros significaría obviamente el fin del Universo.
¡Tantos avances se habían alcanzado en siglos y milenios, como para perderlo todo, repentinamente, en especial, lo más preciado: la vida!
“Pudiera no quedar nadie, ni nada”. Así de grave es el asunto, meditaba con tristeza Alex, mientras regresaba a su platillo, luego de haber analizado con Tom los detalles de la última esperanza de salvación universal.
(Continuará)
Nota: Cada 2 meses, automáticamente, se publicará un nuevo fragmento.
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jueves, 6 de enero de 2011
Lázaro, King y Queen
(Cuento de ficción. Basado en hechos, nombres y personas reales)
- ¡King! ¡Este perro baboso! Siempre estás a los pies de Jorge. ¡Tu dueño soy yo!
Aunque sabía que sus perritos hasta huían de él y la perra parida le sacaba los dientes como fiera, si intentaba acercársele, cosa que le daba mucho miedo de que le mordiera y, por el contrario, a Jorge no (a él sí lo dejaba tocar los cachorros y lo buscaba como pidiéndole ayuda en caso de apuros), fue mucho después que comprendió plenamente lo que sucedía. Demasiado tarde.
Ante sus ojos se reiteraba la imagen de Jorge con uno o ambos canes a sus pies o a su lado, como buscando su protección y afecto. Ni sospechaba que ello tuviese algún significado.
Hay mensajes que sólo muy luego nos percatamos de lo claros que eran, pese a ser difíciles de descifrar para tantos seres humanos.
- - - - - - -
- Te regalo a King. No lo quiero. Voy a dejar que se vaya y que se pierda.
- ¡No hagas eso! Sabes que si tueviese mi propia casa me los llevaba a los dos.
- Ella se porta mejor y no me molesta, pero con este ya no sé que voy a hacer.
- A Queen la tienes como si fuese puerca y no perra. Si no estoy al tanto de echarles comida y agua, lo que encontrarías serían sus cadáveres, como los de los pajaritos en sus jaulas, cada vez que los has tenido. Las mascotas son animales afectivos, hasta se humanizan y no se comportan como los otros animales. Ellos se dan cuenta de quién les quiere y quién no. ¡Atiéndelos mejor!
- Bastante dinero me cuestan. Ya estoy cansado de ellos.
- King es un perrito muy fino, acostumbrado a vivir dentro de la casa. Pasan semanas sin que limpies la terraza. El infeliz casi no tiene ya por donde caminar. Todo está lleno de sus excrementos. Y a él no le gusta estar sucio, ni poner sus patas donde no esté limpio. ¡Me dan tanta lástima!
"Tengo que convencerlo para que se lleve al menos a King".
- Este perro no escarmienta. Ya lo caparon por andar de callejero y tuvimos que ir a sacarlo de la perrera.
A Jorge se le partía el corazón sólo de recordar lo asustado y tembloroso que estaba King, cuando por fin lo sacaron de su encierro. Tampoco dejaba de toser, por la neumonía que allí cogió, según nos dijo esa excelente veterinaria que nos ayudó a curarlo.
- Eso fue traumático para él.
- Si se lo vuelven a llevar no lo voy a ir a sacar de nuevo.
- El no es tan bobo. Ya no se aleja de tu casa.
De todas maneras, Jorge sabía que no volvería por aquella morada y temía que King otra vez siguiera su rastro, como la noche en la cual lo hizo, sin que lo supiéramos y se volviera a perder.
"Sé que su instinto lo lleva a huir de aquí tras de mí, como queriendo irse conmigo. ¡Si me hubiese podido comprar mi casa ya, me los llevaba a los dos y los mantendría muy bien cuidados, los libraría de este tormento! ¡Pobrecitos! Pero no son míos. Tengo que resignarme a no volverlos a ver. San Lázaro los protejerá. ¡Ojalá, si algún día puedo tenerlos ya conmigo, no sea demasiado tarde!"
- - - - - - -
King lloriqueba como si supiera lo que ocurriría, mientras él iba sacando uno a uno sus escasos muebles, casi todos regalados o muy baratos, así como sus pertenencias, sin ayuda alguna y con el dolor intenso de su hombro izquierdo fracturado, el cual luego de casi un año así, seguía sin atención médica alguna, por falta de seguro y dinero.
¡Tantas personas allí y ninguno se decía: Déjame ayudar a Jorge con la mudada!
Mientras, meditaba: "¿Cómo es posible que haya gente tan insensible, inhumana.. degenerada... tan falto de valores? Hay de todo en la viña del Señor. Tal parece que sólo a King y a Queen les duele que nos alejemos, probablemente para siempre, pues de todas estas personas me voy a apartar definitivamente. Los perros se tienen bien ganado eso de ser los mejores amigos del hombre".
Le tomó varios días mudarse. ¿Cuántas veces antes le pidieron: "dame una manito" y siempre pudieron contar con él? "Pero yo no les voy a pedir que me ayuden". Ellos tienen ojos, cerebro, etc. Se hacen los ciegos, no mueven un dedo por ayudar al prójimo, sino al contrario, cada vez que creen poder hundir a alguien, lo intentan.
"Dios siempre ma ha ayudado. El aprieta, pero no ahoga, como dice la sabiduría popular. Y mi ángel de la guarda, hasta en los peores momentos, me ha salvado del mal, así que sigo con mi fé ciega, de que muy pronto, todo esto será sólo malos recuerdos y mis metas serán logradas con creces, bendecido por mi Señor, quien nunca me ha fallado".
De este modo, Jorge seguía dándose ánimos a sí mismo, entregado a su faena, como hormiga, empapado de sudor, con irresistible dolor en sus pies, hombro y luego ya en casi todo el cuerpo, mientras King se apretujaba a la puerta, con mirada suplicante, como diciéndole: "No me dejes aquí. ¡Llévame contigo! ¿Qué será de mí sin ti?". A aquel perro sólo le faltaba hablar. Parecía que en su cuerpecito de animal estaba encarnada, como apresada, el alma de alguien que antes fue humano. Era extraordinariamente inteligente.
Y Jorge le hablaba y lo acariciaba tiernamente con sus dedos, por debajo de la puerta, mientras él pobrecito se quedaba inmóvil, como queriendo sentir al máximo, las que tal vez fuesen las últimas muestras de afecto de su humano amigo.
Y Queen, del otro lado de la casa, más cerca del van de Jorge, también intranquila, vigilante, yendo y viniendo hacia la cerrada puerta, queriendo expresar a su modo, su dolor por la triste despedida. No era la primera vez (¿Pero sí la última?) que Jorge se iba de la casa del amo de ellos, harto de tantos maltratos y de lo malagradecido que era este sujeto. Y los animalitos habían sufrido mucho. Por suerte siempre hay almas caritativas y aquel matrimonio de cubanos que rentaban al fondo de la otra casa (Yamilet y Néstor) suplieron en parte los cuidados de Jorge, durante unas vacaciones del amo en Nueva York.
Y hasta el propio Jorge, más por los perros que por su dueño, volvió a aceptar quedarse cuidándolos, durante otros viajes del propietario de estos desafortuados canes.
Y es que ninguno de sus otros "amigos" se prestaba para esto, ni para acompañarle al hospital o a la clínica, o a cuidarle mientras estuvo hospitalizado o en cama en su propia casa, con fiebre, infecciones, con aquella enfermedad que creían incurable y fatal, pero que sólo Jorge, con su insistencia, logró que se dieran los pasos pertinentes para hallar la causa, el tratamiento adecuado, la cura, mejor cirujano, con técnicas más modernas, seguro médico...
Tampoco para ayudarle con su negocio. Jorge abría y cerraba. "Afortunadamente hay días que ni tengo que ir, porque Jorge está allí y me puedo levantar tarde como me gusta". No comprendía como este cubano podía estar tantas horas, en un negocio que no es suyo, sin cobrar salario alguno, ni pedir un centavo. "Pero si se cree que se va a quedar con mis clientes, no sabe la sorpresa que le tengo preparada".
No creía que nadie fuese tan bueno y suponía que Jorge, en algún momento, haría algo en su perjuicio. Si alguien le ponía una denuncia anónima, en quien primero sospechaba era de Jorge. Y sus amigos también. A fin de cuentas este Jorge, dándoselas de noblón, los hacía quedar muy mal a todos:
- Fue el último en llegar y ya se cree más amigo que nosotros, que te conocemos hace tanto tiempo - solían repetir los más antiguos.
- Tenemos que quitar a este Jorge del camino, si queremos sacarle dinero a esta loca - se decían los nuevos "amigos".
Aunque luego Jorge le demostrara lo ilógico de pensar mal así de él y por mucho que se esmerara en demostrarle lo que es comportarse como un verdadero amigo, nunca creyó en él del todo. "Mejor lo destruyo yo a él, para que no me pueda hacer nunca daño. Sabe demasiado sobre mí y seguro que, de tener la oportunidad, me denunciará. Más vale precaver...".
Aunque a decir verdad, nunca tuvo ni un sólo motivo para perjudicar a Jorge, no dudó en hacerlo a menudo. "Nadie es irremplazable, ni imprescindible", solía repetir con desprecio. "Cualquiera hace lo que él".
Pero no resultó tarea fácil la de hallar tal sustituto. Durante aquellos meses que Jorge ni le habló, ni le vió, ni regresó, parecía que ni todos sus conocidos, juntos, lograban hacer la totalidad de lo que Jorge. Hasta las plantas del jardín y el pasto, parecían que no podían vivir sin los cuidados de Jorge, se secaban poco a poco y morían.
Los platos sucios se acumulaban en el fregadero. Había más cucarachas y garrapatas que nunca. Los adornos de Navidad no lucían tan bien como antes. Los platanales se negaban a parir. Los rosales no volieron nunca a tener tantas flores, hojas y botones.
Y en la otra casa, Jorge no se ocupó ya de tantas cosas. Sólo de algunos asuntos. Sobre todo de la oficina. Sin tanto esmero como antes. A veces de las orquídeas, malanguitas, arecas, el chile y algunas otras plantas al verlas tan sedientas, moribundas o maltrechas.
"Tarataré de que se crea que esta vez sí cumpliré con la vieja promesa de ayudarlo a que gane él también más dinero, que pondremos más oficinas y estará a cargo de una de ellas, pero ya me las arreglaré para que le vaya lo peor posible".
No perdía la costumbre de estar "maquinando" todo tipo de etílicas venganzas y macabros planes para acabar con alquien: "esa gorda y esa peluquera". O "ese jardinero que ni siquiera ha sido capaz de legalizarse en este país". O "esa borracha". O "ese enano". O "ese guajiro que sólo viene a tomarse mi whisky". O "ese maldito testigo, cuya mujer ni le da el bollo". O "esa vieja cachifa chavista". O "esa negra ladrona que ahora se está muriendo de hambre". O "ese indio centroamericano"; "esa ladrona y su esposo" ... Y la lista de sus enemigos reales o ficticios, como los quijotescos molinos de viento, crecía incesantemente.
- - - - - - -
Este año Jorge no fue a la peregrinación. La vio por la TV.
Miró nuevamente las fotos y recordó el fervor, inusual en él, con el cual aquella primera vez, tocando la enorme imagen, le pidió a San Lázaro, no para sí mismo, sino para sus seres queridos y en primer lugar para que este malagradecido señor, sanara, no perdiera ni casa, ni negocio, sino que, por el contrario, nadara en la abundancia. Y así pasó a ser muy poco después.
Pero con las glorias se olvidan las memorias.
¡Cuántos engaños, traiciones, maltratos, ofensas, faltas de respetos, gritos, humillaciones, mentiras, promesas incumplidas y maldades de todo tipo, recibió en pago a su ayuda constante, desinteresada, fiel...!
Parafraseando lo dicho por Dulce María Loynaz: ser bueno, con las personas buenas, no es ser bondadoso. ("Amar lo amable, no es amor" dijo en su hermoso y magnífico poema) ¡Lo difícil es ser muy bueno hasta con personas tan malas!
- Por favor, San Lázaro, no lo desprotejas. Sé que no se lo merece, pero tal vez algún día cambie y pase a ser de veras una buena persona. Yo lo ayudé como te prometí, como creí era tu deseo, pero ya vez, hasta trató de dejarme en la calle y se quedó con mi dinero. Prefiero ayudar a otros que sí se lo merecen más y con este desalmado: ¡Qué sea lo que Dios quiera! Sé que si dejo de ser su muleta se desplomará cual castillo de naipes. Sus enemigos ya son demasiados y sus "amigos" lo arrastran a la perdición junto con ellos, por eso decidí desvincularme de toda esa gente y no ayudarlo más. Creo que ya bastantes veces, mi ángel de la guarda, San Miguel, me ha dado señales del peligro a que me expongo si lo sigo ayudando. Pero tú, con la misericordia divina, no lo abandones. Sé que casi nadie se sacrifica por los demás... Está bien. No te insistiré más. Tú sabes mejor que yo la voluntad de Dios.
Jorge se había quedado medio dormido, viendo la tele, como casi siempre y otra vez le había parecido que los santos le habían hecho llegar los celestiales mensajes.
- Gracias Dios mío. Perdónalo, por favor. Y ayúdalo. Te lo pido una vez más.
- - - - - - -
En la familia de Jorge siempre se han regido por la máxima de: haz el bien y no mires a quien. Luego ya como psicólogo y profesor, se esmeró aún más por ayudar hasta a los presos, los delincuentes, los asesinos, los despreciados y marginados por la sociedad, las ovejas descarriadas del Señor.
- Tú vas a llegar muy lejos - Decía su tía abuela espiritista.
- San Miguel, San Lázaro y la Virgencita de la Caridad están con él. - Añadía la también clarividente madre de su progenitor.
El pequeño Jorge no se tomaba en serio lo dicho por aquel par de viejecillas, aunque algo lo llevaba a preferir tanto estar al lado de ellas.
A veces, también al ingenuo infante le asustaba, que él pudiera "ver" con antelación, que algo malo sucedería.
- ¡No dejen que se salga a la calle porque lo van a arrollar! Aún le parece estar volviendo a contemplar al perro muerto. El carro ni se detuvo, siguiendo loma abajo. Sus tías y vecinas gritando:
- ¡Abusador! Podías haber atropellado también a un cristiano! Y ustedes muchachos, por eso no deben estar mataperreando por la calle. ¡Adentro, carijo!
Hasta sus voces siguen resonando en su memoria, con el peculiar canta'o santiaguero.
Sus primos, amiguitos y los adultos, preguntándole insistentemente:
- ¿Cómo fue que te diste cuenta de lo que iba a pasar?
Y añadían:
- Este es el nieto que heredó el don de su abuela.
Pero él nunca se tomó en serio aquellas cosas. Al contrario, casi todos creían que era ateo, si bien nunca dejó de creer profundamente en Dios, a su manera, claro está, y sin preferir religión alguna.
- - - - - - -
- Jorge, es Mary.
- Sí, Mary, dime como has estado. ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan llorosa?
- ¡Ay! No sabes lo que le pasó a Renecito!
- No. Dime. ¡Oigoooo!
Se cayó la llamada. Intentó sin éxito volver a comunicar.
Esto ya lo había "visto" venir y se lamentó de no haber podido evitarlo.
"Se lo advertí tantas veces". Pero no me hizo caso. Al contrario, me botó como un perro. Me trató peor que a King y a Queen.
- - - - - - -
En los últimos meses le estaba yendo muy mal. Los problemas se multiplicaban. La clientela mermaba notablemente. El dinero se esfumaba, no alcanzaba. No había acabado de salir de unos líos y ya estaba superenredado en otros.
"A mí solo no me es tan fácil como a él, hallar soluciones a todo esto".
Recordaba el aplomo con el cual se tomaba lo que a él le aterraba, como aquella vez que le acompañó a la audiencia en la corte.
"Es verdad que no dejó de darme aliento, consejos, apoyo y estuvo conmigo hasta en los momentos más difíciles".
Recordó también, cuando al principio de conocerle, a medida que la crisis mundial se hacía evidente, aquella noche no pudo más e irrumpió en un descontrolado llanto, al creer que le había llegado el fin a su sueño americano, trocado en verdadera pesadilla:
- Voy a dejar perder mi casa, mi negocio y me regreso a Guatemala.
- ¿Cómo vas a hacer eso, luego de tantos años aquí, siendo ciudadano, hablando perfecto inglés, con tus títulos de bachellor y master degree, con clientela? No te desesperes. Yo te voy a ayudar en todo y tú vas a ver que vamos a levantar juntos.
"El muy bobo hasta me prestó el poco dinero que tenía ahorrado, de sus trabajitos de delivery, repartiendo periódicos y medicinas en aquel cacharro". "Y se creyó que luego yo le prestaría mi dinero a él y lo ayudaría. ¡Ni que yo estuviese loco! El contador soy yo. En Cuba él habrá tenido algún prestigio como profesor de la universidad, etc. pero aquí no es nadie".
- Está bien. Vamos a firmar un contrato entre tu empresa y la mía.
"De todas maneras sabía que ese contrato nunca lo cumpliría y por eso busqué en su cuarto su copia y la rompí, junto con sus otros papeles de importancia. Vaya sorpresa que se va a llevar cuando un día se entere que no tiene ya ni empresa, ni contrato, ni nada. Estos cubanos pobretones de mierda, son muy fáciles de manejar".
"Es un soñador. Cada año me las arreglé para que el muy ingenuo creyese que de verdad pondríamos más oficinas y él ganaría más. La verdad que, sin él, difícilmente habría llegado a tener miles de clientes, pero el muy tonto, ni aprendió a preparar los income taxes, ni sabe bien el inglés. En fin. Nadie sabe para quién trabaja. Hasta me ayudó a hacerme de mi segunda casa en Hialeah y de los dos estudios en South Beach. ¿Acaso esperaba que le regalara algo de lo mío o heredarme? ¡Qué tonto! Es cierto que en la casa y la oficina ahora tengo que pagar para que hagan lo que él me hacía de gratis, pero para eso tengo ahora mucho dinero y el sigue de pobretón, tratando de robarme mis clientes..."
"Mi mamá le tomó cariño y hasta mis hermanas y sobrinos o Juan, sin concerle en persona. Pero ya se olvidarán de él".
No obstante, la huella de Jorge estaba por doquier. Y ni dormido le dejaba. Tampoco lograba hallar a alguien que le hicera al menos compañía en aquella casona. Cada año estaba más viejo y con nuevos padecimientos...
- - - - - - -
Los toques a la puerta lo despertaron. Se levantó en bata de casa, a mirar quién era, por la rendija de una ventana.
"Policías. ¿Qué querrán?"
Los escalofríos por todo el cuerpo le dificultaban moverse y la cabeza comenzó a dolerle, los oídos a zumbarle, ese mismo miedo incontrolable, por cuya causa le subía tanto la presión, cada vez que iba a la clínica a verse con el doctor, antes con la algo tranquilizante compañía de Jorge.
Pensó no abrir, pero como un autómata lo hizo.
Les oyó mencionar su nombre.
- ¿Es usted?
Asintió con una vocecilla casi inaudible e incontrolables temblores.
- ¡Queda detenido!
La larga lista de acusaciones en su contra por fraude, robo, soborno, falsificación de documentos y firmas, asociación para delinquir, falsos testimonios y cargos...
"¿Cómo han podido averiguar todo lo que he hecho? ¿Quién me habrá delatado esta vez? Seguro fue Jorge".
El corazón parecía no caberle en el pecho, queriendo salírsele. El dolor de cabeza, de tan fuerte, le nublaba la vista. Se desplomó.
Aún oía vagamente:
- ¡Llamen al resquium!
Y luego:
- ¡Lo perdemos!
Era como si estuviese viendo un film sobre su propia muerte, infartado, luego de una abrupta subida de presión, haciendo por fin realidad ese perenne temor, que no le abandonaba, ni le dejaba vivir en paz en los últimos años... Mientras, una conocida voz, que sólo él escuchaba, le decía:
- Te lo advertí.
Y ese hombre, cuyo viril rostro le era tan familiar, con sus dos perros al lado, se iba transformando en otra figura, también inconfundible, pero con muletas, a la vez que le preguntaba:
- ¿Nunca me reconociste, verdad?
Y mientras la vida abandonaba su ya inerme cuerpo, al punto que su alma contemplaba su cadáver, balbuceaba:
- Siempre estuviste junto a mí, mediante Jorge y no me di cuenta.
Lázaro sólo sonrió ligeramente y le dijo:
- Vengo a llevarte al lugar asignado a quienes han sido como tú. Seguro ya sabes a dónde.
- - - - - - -
En casas y a horas distintas, dos personas despertaban a menudo con sueños o pesadillas reiterados y enlazados por temas, hechos y personajes comunes, pero con puntos de vistas, sentimientos, valores y resultados muy distintos, sobre un pasado que les vinculó, pero ya no más...
Epílogo: En diciembre de 2010, el dueño de los perritos reales, en los cuales se basó este cuento, decidió ponerle fin a sus vidas. Al leerlo, se lo dijo al autor. O sea, luego de ver esta narración la luz aquí. Les confieso que me hubiese gustado mucho haberme podido quedar con ellos y que me hubiesen consultado antes de tomar la fatal decisión.
Epílogo: En diciembre de 2010, el dueño de los perritos reales, en los cuales se basó este cuento, decidió ponerle fin a sus vidas. Al leerlo, se lo dijo al autor. O sea, luego de ver esta narración la luz aquí. Les confieso que me hubiese gustado mucho haberme podido quedar con ellos y que me hubiesen consultado antes de tomar la fatal decisión.
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Cuento,
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Datos personales
- Jorge E. Ojeda Matías
- Fundador, Propietario y Presidente de Ojeda Multiservices Corporation (OMC), Rector de la UVI, Master en Educación Avanzada y excatedrático de la Universidad Pedagógica de La Habana "Enrique José Varona". Licenciado en Educación (equivalencia de Bachelor in Sciences of Education in USA). Especialista en Pedagogía, Psicología, Creatividad, Dirección turística, Opinión Pública y Medios de Comunicación.
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